No es la lupa, ni el revólver. La herramienta básica del detective es la cámara.
Cuando tuve que elegir, mi primera decisión fue la cámara de vídeo. Una Handycam de Sony. Hay tantas que es imposible no caer en la tentación.
Los motivos eran obvios. Manejable, fácil de ocultar y el vídeo siempre es mejor que la fotografía ¿no? Pues no. Poco a poco empecé a notar los inconvenientes de utilizar una videocámara para investigar y obtener pruebas.
La primera era lo complicado que resultaba la estampación de la fecha y la hora en el máster de la grabación. Por aquel entonces tenía que utilizar un software de Sony y siendo un creyente de Linux, aquello era realmente complicado.
Para ser justos, sé que ahora es muchísimo más sencillo y con un poco de nube y un poco de software libre, no hay nada que no se pueda arreglar.
El segundo motivo fueron los informes. Con el paso de un poco más de tiempo, me di cuenta que la mayoría de informes no requerían la grabación de una actividad. Por ejemplo, una infidelidad se demuestra sencillamente con un beso, una caricia o un tocamiento. Todo ello recogido en una ristra de fotografías consecutivas.
No es preciso grabar minutos y minutos para luego sacar un frame.
Lo peor de todo viene cuando es la hora del juicio (por ejemplo en un caso de baja laboral fraudulenta) y debes llevar tu reproductor de CD-ROM para que la sala vea que el informe se basa en esa grabación.
Lo realmente cómodo y eficaz es aportar tu informe, basado en fotografías y punto .
El tercer motivo por el que descarté el uso habitual de una videcámara cuando ejercía como detective privado fue la calidad de imagen.
Sé que es un mal endémico de las ópticas, pero con la desaparición de la luz, cae exponencialmente la longitud de campo de cualquier cámara, pero las videocámaras son peores.
Un frame sacado de un vídeo me hacía retroceder veitnte años al pasado. Imágenes pixeladas que te obligaban a acercarte y exponerte a que se percataran de tu presencia.
De repente me vino a la idea hacerme con una cámara fotográfica. En concreto con una cámara Evil con objetivos intercambiables. A medio paso de las réflex y las compactas. Parecía que tenía lo mejor de ambos mundos.
Fui decidido a la planta pertinente del Corte Inglés de Plaça Catalunya en Barcelona y la mujer que me atendió me dio un consejo que me sorprendió por lo específico. Me dijo que ya que era detective privado, tenía que tener en cuenta la limpieza de los objetivos y el precio de los mismos. Que ya que mi trabajo consistía estar en un vehículo, un lugar pequeño y que puedes organizar poco, era probable que me interesara una cámara bridge o cámara puente. Rápida, eficaz, con gran zoom y de fácil manejo y configuración.
La idea me sedujo desde el primer momento. Y aunque no tenía la estética retro de las cámaras Evil que más me gustaban, aquella cámara grandota y no especialmente atractiva tenía lo que estaba buscando.
El zoom es impresionante, por no decir exagerado. En su momento era la segunda de su clase con más zoom (pero es que la primera llegaba al kilo de peso y ciertos defectos que me hacían desconfiar). Y una luminosidad más que aceptable, aunque cabe reconocer que ahora está superada por los nuevos modelos. Y en cuanto a la definición de imágen… eso es un retrato y nadie puede decir “ese no soy yo”.
Por supuesto que siempre llevo mi Handycam y diferentes microcámaras en la bolsa de trabajo, junto con baterías, grabadoras de audio y algún que otro gadget.
Por supuesto que hay casos que te piden usar vídeo (y no fotografía), cuando debes documentar una acción física muy determinada. O cuando debes ocultar tu dispositivo en una situación en concreto.
A pesar de todo, el tiempo ha pasado y soy un detective de cámara fotográfica (bridge y con ultrazoom). Grandota, negra y no muy atractiva pero muy, muy eficaz. Y si te hago una foto, estoy tan lejos de tí que no me verás llegar.
En cuanto a cámara oculta, mi preferida es la cámara del iPad. Pero eso es otra historia.