Va a temporadas. De todo el trabajo que uno desarrolla como detective privado, en ocasiones prefieres hacer vigilancias y seguimientos en coche. Quizás por la zona en la que se encuentra. Una zona sin mucho tráfico y de fácil ocultación.
En los seguimientos en coche, todo depende de la suerte. Claro que conoces tu trabajo, pero un autobús, un semáforo, un paso de peatones o un investigado demasiado susceptible puede hacer que todas tus contramedidas no sirvan para nada.
Y que no se me malinterprete. He llegado a hacer un seguimiento con un coche con el piloto de “motor averiado” en el salpicadero del coche y con la velocidad capada. Eso no era conducir, eso era navegar. Utilizando los cambios de rasante y la densidad del tráfico para que el objetivo no se escapase al igual que un regatista utiliza los vientos y las corrientes marinas para dirigir su nave.
En otra ocasión seguimos a un ciclomotor por el centro (centrísimo) de Barcelona ¡Y eso que nosotros conducíamos una furgoneta! Cuando acabamos el seguimiento no nos lo creíamos. Obvio que el investigado conducía de manera muy correcta y sin los aspavientos de la juventud o la idiotez.
Sin embargo, en estos dos ejemplos de seguimientos meritorios y exitosos, todo se hubiera ido al traste si alguien nos hubiera entorpecido nuestra circulación.
Otras veces prefieres la investigación documental. Encontrar el dato que necesitas para resolver el misterio en una fuente o base de datos pública es una sensación muy gratificante. A veces se trata de Facebook, a veces de la hemeroteca o el registro civil. No importa, cuando haces investigación documental tienes un día muy tranquilo por delante. De los de cortado y cruasán en una terraza. Toda una jornada parisina.
El drama del detective es que siempre debe ser el más listo. Pero no lo es. Debe estar al corriente en tecnología, camuflaje, engaños, legislación, conducción… Podría ser vanidoso y afirmar que lo somos, pero eso me convertiría en un mentiroso. Y quien escribe, solo miente cuando trabaja.
El detective debe estar obsesionado. Ese es el secreto. En contadas ocasiones tengo la sensación que estoy más preocupado por la resolución de caso que el propio cliente. Me voy a dormir con el objetivo en mente para regresar cuando mis labios prueban el primer café del día siguiente.
Repites mentalmente los movimientos del objetivo e intentas hallar una explicación para poder anticiparte a sus movimientos. Estudias su forma de conducir, sus horarios y sus hábitos. Y al final, debes esforzarte para desconectar del caso. Muchos detectives acaban vampirizados por esa imagen y al final se creen que son lo que se espera que sean. Huye de ellos. Son muy cansinos y nunca conseguirás de ellos lo que te prometieron.
En ocasiones te apetece más la gestión directa con el investigado. Acercarse a su puerta con un subterfugio preparado, mirarle a los ojos e improvisar. No sabes cómo transcurrirá la conversación y debes tener mano derecha.
Es un momento de adrenalina y el objetivo es claro, quieres confirmar un hecho, conseguir una firma, obtener una fotografía… Normalmente esperas al final de la investigación para hacer estas gestiones, por aquello que no te reconozcan más adelante, en un sitio diferente.
Y la máxima expresión de las gestiones del detective está el hacer un James Bond. Así es como lo llamamos en el despacho. Para ello debemos hacer un breve análisis de las películas de 007.
James Bond no investiga. No hace preguntas a los testigos, ni recoge pruebas, ni saca conclusiones. Lo que hace en todas sus películas es presentarse al malo del momento (en un casino, embajada, hipódromo...) y presentarse con su icónica frase. El malo intenta matarlo y él reacciona. Lo cierto es que sus películas resultan bastante aburridas.
Hacer un James Bond es eso. El detective se presenta al investigado, se identifica y le explica lo que está investigando. Si se sabe hacer, se obtienen resultados sorprendentes. Pero obviamente acabas quemando el caso, por lo que si lo haces, lo haces en el últimísimo momento. Adrenalina en vena.
También hay días que te apetece la labor comercial de tu propio despacho. Reunirte con algún cliente, explicarle el plan de actuación de su caso, preguntarle acerca del investigado, firmar un contrato… El riesgo que tiene esta parte de la labor del detective es que te acostumbras y poco a poco dejas de sentirte como un detective.
Pero no está mal hacer de empresario-autónomo por unos días. También te diré que más de autónomo que de empresario.
¿Cualquiera puede ser detective privado? Sí. Hay suficientes tareas en un despacho profesional para que una persona random desempeñe bien la profesión.
¿Es ser detective una profesión para cualquiera? No. Es una profesión que requiere una dedicación que algunos no pueden asumir.
Ser detective es volver a vigilar el lugar donde has vigilado todo el día sin resultado, en vez de regresar a casa, por si acaso. Ser detective es compromiso.